profunda fe religiosa

Si no nos lleva
más allá de la muerte,
más allá de los días de lluvia, de la
distracción de las plateadas cardaminas;
más allá de sus propias remotas
fronteras
la poesía
es inútil.
Con todo,
ella fue la que hizo que El Greco
pintara sus verdes y deformes santos
y viviera
pobremente.
Nos hace apreciar
la música
y lo antiguo
o sentarnos al costado
del amigo que agoniza.
Hace madurar las peras,
¡y hace realidad
los versos!
Su fundamento es la invención:
sin sus meandros
y sus rarezas,
el paralítico estaría
condenado a su parálisis,
en un país boreal
y medio salvaje
donde el odio
es religión.
Donde
los hombres viven presos,
y nadie
rinde culto a la rosa
y los poetas no pueden
usarla en su beneficio.
De noche una
tormenta enorme se ha
desatado.
¡Y no hubo quien imaginara
un prado de margaritas!
Hubo bramidos
y rugidos
dignos de un libro
de cuentos de hadas,
zumbaba
una bomba, lejos
- ¡o una abeja!
Nuestros poetas debieran
avergonzarse: han contraído la fiebre de moda;
impresionados
por el "laboratorio",
han olvidado
las flores,
¡y estas superan cualquier
laboratorio!
Han renunciado al oficio
de la invención, y
su imaginación dormita
en un jarrón de amapolas. (1)
(1) Poema de William Carlos Williams.
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